La desconocida historia de la primera estación de servicio

El mundo del motor está lleno de pioneros, que lucen con orgullo su condición de tal. Suele prestarse atención a ciertos “primeros”, como el primer auto, el primer récord de velocidad, etc.; pero en esta línea hay uno que suele ser un gran desconocido o, mejor dicho, desconocida: la primera estación de servicio de la historia.

Lógicamente, para que existan estaciones de servicio primero es necesario que existan vehículos que necesiten repostar, así que el primer establecimiento de este tipo no apareció hasta que el primer automóvil vio la luz. La historia de ambos está íntimamente relacionada, pero ya adelantamos que esa estación primigenia dista mucho de lo que se considera como tal hoy en día.

Benz-Patent Motorwagen. Foto: Wikipedia.com.
Benz-Patent Motorwagen. Foto: Wikipedia.com.

Hay que remontarse a finales del siglo XIX y mirar a Alemania para encontrar en germen de todo esto. Allí, en 1886, Karl Benz construyó, financiado por su esposa, Bertha, el primer coche de la historia, el Benz-Patent Motorwagen, un triciclo autopropulsado que era capaz de alcanzar velocidades de hasta 16 km/h.

Como todo pionero, pasó por apuros, puesto que dos años después solo se habían vendido dos unidades. ¿A qué se debía? Por una parte, era tremendamente caro y, por otra, según apuntaba Bertha Benz, su marido no había sabido venderlo de manera adecuada.

Sin embargo, ella dio con la solución: hacer un viaje largo en el que la gente, al ver el automóvil operativo, viera que en realidad era una opción interesante de transporte. Dicho y hecho: junto a sus hijos, y sin avisar a su marido de que tomaba prestado el auto, se embarcó en un trayecto entre Mannheim y Pforzheim, donde vivía su madre.

El Benz Patent Motorwagen provocó una revolución. Foto: Carandriver.com.
El Benz Patent Motorwagen provocó una revolución. Foto: Carandriver.com.

Como era de esperar, el viaje fue bastante complicado, pero no es algo que venga a cuento ahora, salvo por un pequeño detalle: era necesario repostar. El depósito del Motorwagen no daba para realizar el viaje de una sentada, así que en algún momento había que rellenarlo, pero el problema es que, como no había coches por las calles, tampoco había manera de repostar.

Al menos a priori, pero Bertha dio con la solución. El motor del auto operaba con ligroína, un derivado del petróleo que por aquel entonces se utilizaba en productos de limpieza. ¿Dónde se vendían estos? En las farmacias, así que la señora Benz acudió a una y compro cinco litros para repostar el automóvil.

El lugar estaba ubicado en un pueblo llamado Wiesloch y a día de hoy sigue estando en pie. Además, se recuerda con orgullo el papel que tuvo en este viaje, tiene una placa que la reconoce como la primera estación de servicio de la historia y a sus puertas hay una estatua que conmemora el momento.