La nueva pick up compacta de Chevrolet acompaña su motor 1.2 turbo con una caja automática de seis marchas y tracción simple delantera.

Al menos en esta gama inicial, Chevrolet ofrece la Montana con un solo motor, el eficiente 1.2 turbo de tres cilindros con 132 caballos, asociado en sus dos versiones –Premier y LTZ– a una caja automática de seis marchas, siempre con esquema de tracción simple delantera.

Antes de meternos en el desempeño de este propulsor bien vale hablar de ciertos prejuicios acerca del tamaño. Hace ya mucho tiempo por cuestiones de consumo y las consecuentes emisiones contaminantes, la industria ha reducido la cilindrada de los motores, pero dotándolos de recursos para no perder potencia ni torque.

Entre otros, inyección directa y turbocompresor, dos tecnologías que tiene este impulsor de Chevrolet, que además de una excelente potencia para su cilindrada, entrega un generoso torque máximo de 190 Nm a apenas 2.000 rpm, y lo mantiene en ese valor hasta las 4.500. Nada de esto sería posible en un motor convencional sin sobrealimentación. Resultado: tiene fuerza a muy bajo régimen, y para obtener una marcha ágil con buena aceleración no hace falta exigir ni llevar la aguja en la zona alta del cuentavueltas. Todo esto se traduce no sólo en un manejo satisfactorio sino en reducción de consumo.

El motor 1.2 turbo de la nueva Montana. (Foto: TN Autos)
El motor 1.2 turbo de la nueva Montana. (Foto: TN Autos)

La caja automática no es de las más sofisticadas pero se entiende muy bien con el motor y adapta su funcionamiento al tipo de manejo, pasando cambios a bajas vueltas cuando la conducción es tranquila y económica, o llevando el régimen más arriba cuando se aprieta con mayor decisión, haciendo incluso algunos rebajes. En el selector tiene además un par de botones para seleccionar cambios, pero no es un sistema tipo secuencial sino un “lock” que permite bloquear la caja en determinado cambio. Por ejemplo, si seleccionamos cuarta, no va a pasar nunca a quinta. Esto es útil para cuando se necesita llevar el motor a cierto régimen como al arrastrar un tráiler o con la caja cargada a tope. Quizá sería preferible un comando secuencial pero funciona bien.

Por supuesto hicimos pruebas de aceleración. El “cero a cien” lo cumplió en excelentes 10,2 segundos, un tiempo que subraya lo comentado acerca de la eficiencia de este motor. La velocidad máxima está limitada a 182 km/h (el tablero indica 187) y arrojó buenos números de consumo, muy similares lógicamente a los de la Tracker, con este mismo motor. En ruta a 100 y 130 km/h el consumo fue de 6,2 y 8,1 litros cada 100 km, mientras que en ciudad nuestro promedio redondeó 10,8 litros. Con estos números y a pesar de tener un tanque bastante chico (44 litros), la autonomía es aceptable.

Como todos los tres cilindros, a veces transmite algunas vibraciones, pero sólo al estar detenidos en algún semáforo con la caja en D. Durante la marcha, el funcionamiento es suave y con un agradable sonido. En cuanto al mantenimiento, Chevrolet ha fijado los servicios cada 10 mil kilómetros y el cambio de correa (bañada en aceite) recién a los 240 mil.

Sin dudas las prestaciones de este motor son destacables, algunas incluso mejores que las del motor 1.8 de la antigua generación Tracker, lo que demuestra que con tecnología se puede reducir la talla de una mecánica sin perder rendimiento.